14 abr 2008

Miramar

El departamento de tres ambientes no era suficiente para el agobiado Luis Gómez Roldán, tampoco el balcón con vista al mar, la peatonal a cuatro cuadras o la buena campaña de River en el torneo de verano. Su familia se lo había devorado por completo. Por esa misma razón fue que decidió que iba a matarlos. Fue la inagotable capacidad de tragarse fichas de los chicos. Fue la espina clavada en la garganta con la que vivía su mujer. Fue la falta de espina dorsal de su mujer. Fueron las peleas de los chicos, los waffles, los helados, los waffles, los helados, el aburrimiento, sus aburridos hijos y su aburrida esposa. La idea le llegó a Gómez con mucha claridad una mañana en la que el resto de la familia dormía, mientras preparaba un café instantáneo. Lo meditó un poco entre sorbo y sorbo, y antes de que se despertara su mujer había decidido que era una buena idea.

(continuará...)
(ver parte 2)

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